Revista El Campo – Diario El Mercurio
23 de Agosto 2021
Sebastián Valdés Lutz
El 9 de agosto pasado el mundo recibió el informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC), ocho años después del informe anterior. La principal conclusión es clara: Fallamos. Nuestra influencia ha calentado el planeta a un ritmo sin precedentes en 2.000 años, y hoy nada podemos hacer para revertir la situación en lo que le queda de vida a nuestra generación, salvo mitigar los efectos con acciones concretas y asegurar que las próximas generaciones podrán volver a vivir en el planeta en que nosotros nacimos.
El informe del 2021 es un bofetada a la irresponsabilidad de los escépticos, que lamentablemente tienen poder, voz y oído en esta sociedad, vertiendo ignorancia en la red en mayor volumen y frecuencia de lo prudente.
El informe del panel de expertos de la ONU incomoda, puesto que obliga a actuar de forma distinta y a hacer ese cambio ahora. Está claro que si seguimos haciendo las cosas tal como las veníamos haciendo, los resultados serán igualmente insatisfactorios. La tentación natural será nuevamente apuntar con el dedo buscando culpables del pasado y responsables por el futuro, el deporte más practicado a nivel nacional: Apunte a la izquierda, luego a la derecha, derecha, luego a la izquierda, y si es bien profesional, hágalo con ceño fruncido, y vocifere hacia el pueblo. Idealmente que alguien vaya a la hoguera.
Viviremos meses de preocupación, en que las instituciones de gobierno lanzarán las mil y una medidas contra el cambio climático, las empresas escribirán sus mejores memorias de sostenibilidad, los asesores tendrán más trabajo que nunca ayudando en la inducción de la responsabilidad con el medio ambiente y la sociedad, y sin duda alguna habrá avances, pero insuficientes si se sigue abordando el cambio climático como un “tema”.
Todo lo que la institucionalidad o la empresa aborda como un “tema” a cumplir no forma parte de su ADN ni de sus prioridades. Los sistemas de gestión de calidad de las empresas agroindustriales son fiel reflejo de cómo priorizamos cuando el “tema” no está relacionado con la generación de rentabilidad privada: Se redactan políticas y procedimientos, se capacita al personal, pero habitualmente el sistema de gestión no pasa de ser un “ente muerto” que sólo revive semanas antes de la fecha de auditoría para la certificación. En buen chileno, “se prepara la prueba”. Las empresas dicen ser lo que no son.
Así como el sistema de gestión es un “tema” para muchas empresas agroindustriales, la sostenibilidad también lo es, y no forma parte del “alma” de las decisiones de cada día. Reciclaje, compostaje, economía circular, energías limpias, minimización de huella hídrica y de carbono, la no discriminación de minorías, así como muchas otras prácticas en favor del medio ambiente y la sociedad son efectivas dependiendo del cómo se hacen, y habitualmente constatamos más esfuerzo en anunciar medidas que en garantizar su efectividad. Políticas, procedimientos, capacitaciones, el código de ética, pueden ser letra muerta si la sostenibilidad no está en el modelo de negocios de la empresa, si no está presente en cada decisión del directorio y la administración para rentabilizar al mismo tiempo los activos privados, sociales y medio ambientales que tiene a su cargo la empresa.
La sostenibilidad no se puede quedar en una compensación a la sociedad por tener una actividad privada, sino que debe apuntar en contribuir social y medioambientalmente con su propia actividad, con lo que hace día a día. Se trata de no sólo decir que somos sostenibles, sino de serlo de verdad.
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