Por Sebastián Valdés Lutz
Revista El Campo, Diario El Mercurio
Lunes, 26 de Diciembre de 2022
COLUMNA DE OPINIÓN
No es una carrera que se imparta en ninguna institución de educación superior, ni un oficio reconocido como tal en ninguna empresa privada o pública, sin embargo la “dueñología” se ejerce con habitualidad en casi todas las compañías que han sido por mucho tiempo administradas directamente por su dueño.
Si tuviésemos que definirla, la “dueñología” es el conjunto de conocimientos específicos que tiene un empleado sobre el dueño de la compañía y las habilidades para explotarlos en su propio beneficio.
Los dueñólogos se pueden encontrar en diversas posiciones dentro de la organización, pero por su naturaleza es más común verlos alejados de los cargos de mayor responsabilidad. La exposición permanente de su desempeño puede desnudar sus falencias profesionales con el dueño, por lo que prefieren posiciones en las que puedan controlar la intensidad de su relación con la autoridad.
Los dueñólogos nacen con los estilos de administración centralizada, que por definición concentran la autoridad en el dueño de la compañía. La excesiva concentración en la toma de decisiones se transforma en micro-management y ello requiere de perfiles más ejecutores acompañando a quien administra. Se busca empleados que hacen e informan exactamente lo que el dueño ordena, los que con el tiempo se van transformando en expertos en las necesidades y comportamientos del gran jefe. Ese conocimiento, que en un principio sólo sirve al dueño, los dueñólogos lo comienzan a utilizar con cada vez menos cautela en su favor, lo que va carcomiendo lentamente el clima y la cultura de la empresa.
El dueño autoritario habitualmente busca reafirmar sus decisiones en la opinión de sus empleados, y es en estas instancias donde recurre a los dueñólogos, quienes saben entregar exactamente las respuestas que quiere recibir el dueño, lo que a su vez incentiva a que este acuda en el futuro a la misma fuente.
Los dueñólogos se sostienen en la empresa consiguiendo una buena percepción de los dueños hacia ellos, pero no agregando valor para la empresa, por lo que todas sus acciones se transforman en un verdadero montaje para mantener esa percepción. Ocultan sus errores, traspasan responsabilidades, tergiversan información, comunican versiones parciales de los hechos o simplemente falsas.
Cuando el dueñólogo está a cargo de la producción agrícola, las visitas guiadas al predio le enseñan al dueño sólo los mejores lotes, los que no están afectados por plagas o enfermedades, los que tienen buen conteo de frutos y calibre. Así, el dueñólogo obtiene su reconocimiento por el tinglado armado. Habrá decenas de responsables o explicaciones para los malos resultados posteriores.
Los dueñólogos trascienden en el tiempo, y se jactan de ello. Se ufanan de no cambiar, de no haberse sumado nunca a las distintas iniciativas de mejora que impulsan los ejecutivos que suelen contratar los dueños autoritarios para “profesionalizar la administración”. Han visto pasar a decenas de gerentes que intentaron agregar valor para la empresa, pero son ellos, los dueñólogos, los que permanecen en ella.
Con el tiempo, cuando el conocimiento y habilidades del dueño no son suficientes, cuando los mercados se vuelven demasiado complejos y competitivos, la empresa intenta encontrar respuestas en su equipo y no las encuentra. Plagada de dueñólogos, la cizaña esparcida por los mismos ha ahuyentado todo el talento, y devastado el clima y la cultura interna. Por enésima vez se intenta recurrir a un ejecutivo externo que haga de “salvavidas”, pero esta vez ya es tarde, los dueñólogos ya le absorbieron todo el valor a la compañía.
¿Tiene usted dueñólogos en su empresa?
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