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EL DAÑO GRANDE DEL "IVA CHICO"

Actualizado: 12 abr 2021

Por Sebastián Valdés Lutz

Columna Opinión

Revista El Campo El Mercurio

15 de febrero de 2021

No conozco prácticas comerciales tan antiguas, extendidas y nocivas como el “IVA chico”, cuya existencia sea de tal desconocimiento para medios, redes sociales y la red global de contenidos que podemos encontrar por los buscadores habituales de internet.


El “IVA chico” debe su nombre a la acción de facturar a un precio neto inferior al del cierre del negocio, por común acuerdo entre las partes, generando por ello un impuesto al valor agregado más pequeño. De esta forma, una porción del negocio es registrada para fines de IVA e impuesto a la renta, y la otra porción queda “en negro” para ambos efectos.


Desconozco cómo nace la costumbre, pero intuyo que el origen del IVA chico reside en la existencia de la renta presunta para el agricultor, y la necesidad para este de sub facturar su producción para no exceder los límites que le permiten mantener ese privilegio tributario. Una vez iniciada y aceptada la cadena de créditos tributarios adulterados, era cuestión de tiempo para que el IVA perdiese su calidad de impuesto y se transformase en insumo para los intermediarios.


A diferencia de cualquier mercado formal, los productos hortofrutícolas se negocian a un precio neto que no tiene correspondencia con su precio bruto, puesto que el IVA se negocia por separado. En muchos casos, el cierre se hace completamente en negro, sin una factura de respaldo, lo que es la máxima expresión de la evasión asociada al IVA chico.


El comerciante que adquiere un producto hortofrutícola con IVA chico busca no jibarizar sus ganancias al venderlo, negociando con su cliente una factura con IVA similar al adquirido, extendiendo con ello el “pecado de evasión” hacia delante en la cadena. Cuando el cliente no acepta ningún tipo de facturación por el negocio, como suele suceder con los dueños de puestos en las ferias libres, es común que el comerciante “descargue” el IVA crédito que tiene vendiendo una factura “ideológicamente falsa” a un tercero, cuyo precio de mercado suele ser la mitad del IVA del documento.


El IVA chico se ha expandido como un cáncer en la industria hortofrutícola nacional, en los mercados mayoristas, en las ferias libres, y en las transacciones directas en el huerto, legitimando una práctica que como resultado castiga la ética, la honestidad y la integridad. Simplemente quien no está dispuesto a aceptar lo que ya es una aberrante costumbre del negocio, queda fuera del mercado por competitividad.


El monto de la evasión tributaria relacionada con el IVA chico, por impuesto a la renta e impuesto al valor agregado, es difícil de calcular, pero si consideramos que las ventas anuales en ferias libres de productos hortofrutícolas son de alrededor de US$2.000 millones, y de US$2.500 millones en los mercados mayoristas de Lo Valledor y la Vega Central, podremos fácilmente deducir que estamos hablando de cifras muy relevantes. Sin embargo, no es la evasión tributaria el mayor daño que el IVA chico le hace a Chile y en particular a la industria hortofrutícola. El IVA chico constituye por esencia una práctica anti libre mercado, que le permite obtener ganancias sobre normales a los inescrupulosos en desmedro de los que siguen las reglas, a la informalidad en desmedro de la formalidad, a los que marginan del Estado en desmedro de los que marginan agregando valor. El gran daño del IVA chico para Chile, es justamente el valor que se ha perdido en la industria hortofrutícola por haber dejado dentro a la gente que resta, y haber dejado fuera a la gente que suma.


Como con la droga y la corrupción, el IVA chico está tan extendido como práctica en el sector hortofrutícola, que es difícil saber si la mejor solución para erradicarlo es aumentar el control y la represión, o como alternativa, enfocarse en sus efectos nocivos sobre el mercado, eliminando el IVA para los productos agrícolas, como se ha hecho en otros países. El control y la represión para terminar con el IVA chico es algo que ningún gobierno ha hecho, quizás por desconocimiento del problema o de su magnitud, o más probablemente por la impopularidad política implícita de perjudicar a miles de microempresarios de origen humilde. Eliminar el IVA para los productos agrícolas son palabras mayores, pero con seguridad terminaría con las distorsiones del IVA chico, acercando de nuevo al sector hortofrutícola doméstico a las empresas que quieren y necesitan reglas que se respeten.


El IVA chico es uno de los bastiones de la informalidad en la agricultura chilena. La ausencia de reglas que impone la informalidad siempre daña a quien intenta hacer las cosas bien, y por lo que es tan nociva para Chile. Nuestra responsabilidad es y será combatir la informalidad, proteger el mérito, la innovación, la creación de valor, en definitiva, las semillas de un sector agrícola más grande y justo.

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