Por Sebastián Valdés Lutz
Revista El Campo
El Mercurio 16/11/2020, página 14
A menudo asociamos los grandes fracasos empresariales con decisiones erróneas, asumiendo que la administración de turno escogió la opción incorrecta, teniendo la correcta a la mano. Sin embargo, en la mayoría de los casos el gran problema es que la administración no tiene a la vista todas las opciones, o peor aún, ni siquiera está en conocimiento de que debe tomar una decisión para mantener a la empresa con vida.
Quien conduce una empresa no sólo escoge el mejor camino dentro de los que ya se conocen, también debe observar y reconocer los caminos que están comenzando a construirse, y anticipar los que se levantarán en el futuro, de modo de escoger hoy las posibles rutas por las que transitará la empresa para sostener su rentabilidad y viabilidad.
El ejercicio de anticipar tendencias que puedan afectar la rentabilidad o la viabilidad del negocio en el futuro ha sido un hábito meramente intuitivo en la agricultura, pero hasta ahora suficiente por la capacidad de reacción de las empresas para corregir el rumbo hacia el camino correcto. El problema es que el mundo está tomando una velocidad vertiginosa, y no sólo será imposible escoger los caminos correctos sin anticipar la ruta desde mucho antes, sino también enmendar el rumbo si se escoge el camino incorrecto.
Los gobiernos de las sociedades agrícolas, a menudo representados por sus directorios, son los llamados a trazar los mapas de los caminos que la empresa recorrerá en el futuro. Los gobiernos son los que deben reconocer las tendencias macroeconómicas, legales, sociales y políticas; los que deben observar los cambios en los hábitos y gustos del consumidor; los que deben informarse de los cambios tecnológicos que puedan afectar la matriz productiva; los que deben anticipar los movimientos de la competencia y de los integrantes de la cadena de valor. Lamentablemente, en el sector agroindustrial el foco del directorio está en supervisar la gestión de la administración, la salud financiera y el desarrollo del negocio, lo que se toma la mayor parte de la agenda de las reuniones, ignorando en la práctica el rol de gobernar para el largo plazo. Hay muchos gerentes generales que se quejan de las eternas reuniones mensuales de directorio, en que se sienten “rindiendo una prueba” más que participando en una instancia de toma de decisiones estratégicas que les ayude a liderar.
Los directores de una empresa agroindustrial habitualmente son parte de una misma familia, o productores que se han asociado para exportar juntos, a veces con uno o dos directores invitados “amigos”, que se caracterizan en general por conformar un grupo muy homogéneo en cuanto a ideas, edad, género, gse y/o profesión. Esta homogeneidad facilita los acuerdos, promueve el trabajo en equipo del directorio, y le da estabilidad al gobierno en el tiempo. La otra cara de la moneda es que un directorio homogéneo no se cuestiona su modo de hacer las cosas, analiza el entorno bajo la misma mirada, y es probable que no vea amenazas, peligros, u oportunidades que un directorio más diverso sí vería.
En su afán por modernizar sus gobiernos, hay empresas agroindustriales que han incorporado directores independientes profesionales, accionistas que han dejado su sillón a representantes que puedan aportar más al gobierno de la compañía, y muchos dueños de empresas que han aprendido a “cambiarse el sombrero” a la hora de sentarse en la mesa de directores para realmente colaborar. Este tipo de iniciativas mejora los hábitos del directorio, enriquece sus competencias, y aumenta la diversidad de sus integrantes, lo que, si bien puede dificultar el llegar a acuerdos, mejora la calidad de los mismos, la capacidad de innovar del gobierno, y sobre todo, mejora la capacidad del directorio para detectar tendencias y cambios en el entorno que pueden afectar a la empresa en el futuro.
La agricultura tiene el enorme desafío de alimentar al mundo sin socavar el planeta, satisfaciendo a un nuevo consumidor que exige innovación e integridad, y que no está dispuesto a ceder un centímetro en sus valores. La agricultura verá cambios estructurales en su matriz de negocios en los próximos años, sobre todo por la masificación y el mayor alcance en el uso de la tecnología y la información. Las empresas agroindustriales se verán enfrentadas a la incertidumbre, al cambio, a la necesidad de reinventarse. Veremos qué gobiernos serán capaces de anticipar los caminos que se construirán y escoger los adecuados, y cuáles alargarán la lista de fracasos empresariales por su incapacidad para ver todas las opciones posibles para su negocio, o peor aún, por su incapacidad para reconocer la necesidad de tomar un nuevo camino.
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