Por Sebastián Valdés Lutz
Columna Opinión
Revista El Campo diario El Mercurio
Publicada el 12 de abril de 2021
La gestión agrícola se mide por su generación de retorno privado y social en base a maximizar la función de transformación de una serie de recursos (tierra, agua, energía, insumos, trabajo humano y mecánico) en productos agrícolas (frutas, vegetales). Esa función de transformación es un algoritmo natural exclusivo de cada predio, que muta en el tiempo, y que activa o desactiva variables de acuerdo con el contexto.
El agricultor aprende del algoritmo que gobierna su predio en base a estudio, investigación, y sobre todo mediante la experiencia que va generando con los años. Lo mismo ocurre con los asesores, que acumulan años y años buscando nuevas variables, y aprendiendo del comportamiento de las ya conocidas bajo diversas realidades agroclimáticas.
Lamentablemente el aprendizaje en base a la experiencia requiere la observación de causas y efectos para establecer una relación entre ellas, lo que es un proceso extremadamente lento, más aún si no se hace con la rigurosidad de la medición y el control. Después de muchos años de trabajo metódico, son pocos los profesionales que pueden, con cierto grado de justicia meritocrática, ser reconocidos como expertos en determinadas especies o cultivos. Aún así, el algoritmo de cada predio es tan único y complejo, que hasta el profesional más experto fallará en sus intentos por predecir con precisión su comportamiento futuro o ante escenarios inesperados.
El mejor y más rápido entendimiento del algoritmo que regula cada predio no se obtendrá leyendo “su manual”, o “el caso del Harvard Business Review”, sino mediante la máxima observación, registro, estudio y análisis de su comportamiento. Hasta hace poco, el costo marginal de controlar una variable nueva era sumamente alto, puesto que normalmente estaba asociado con desplazamiento físico de personas, registro manual, digitación, y tiempo de análisis, y ello normalmente sin obtener un tamaño de muestra satisfactorio. Hoy, sin embargo, la agricultura de precisión provee de una gama extensa de sensores de captación de información, que junto a la evolución de nuevos “vehículos”, como los drones y satélites, permiten observar y registrar en forma censal todo lo que el hombre puede y no puede ver a un costo marginal sumamente bajo. La tecnología bajó el costo de aprender en tiempo y dinero en forma dramática, y los que todavía no se dan cuenta, están perdiendo eso: tiempo y dinero.
Son muchos los que han escuchado de los cambios que la tecnología está provocando en la agricultura, y muchos también los que están comenzando a vivirlos. El tema es cuándo la tecnología va a cambiar finalmente la agricultura que conocemos.
La tecnología está en etapa de evolución en lo que se refiere a captación y registro de información agroclimática o agrícola, incorporando variables y reduciendo los costos marginales de agregarlas. En paralelo, está registrando las actividades que se desarrollan en el predio, monitoreando equipos y maquinarias, con sensores que relacionan rendimiento y geolocalización. La tecnología está permitiendo registrar las causas y los efectos, y bajo parámetros prestablecidos, incluso está tomando decisiones en el huerto, dejándole al hombre el control y análisis de lo que todavía está más allá de sus fronteras. El tema es cuándo la tecnología va a alcanzar esas fronteras.
La información que se genera en un predio todavía es parte de su activo, pero cuando se entiendan las ventajas de compartirla para sumarse a una red colaborativa que permita entender de mejor forma el algoritmo de cada predio, y predecir su comportamiento futuro, probablemente pocos le verán valor a mantener la información en la caja fuerte. Sin duda que para que ello ocurra, el relacionamiento global de múltiples variables ya no recaerá en el hombre, sino en la inteligencia artificial, la que, si bien puede estar dando recién sus primeros pasos en el agro, ya existe. El tema es cuándo la agricultura sumará la información requerida, para que la inteligencia artificial pueda encontrar las relaciones que existen entre las variables de los algoritmos de cada predio, y entre ellos.
Una vez que la tecnología reemplace toda forma de observación humana, monopolice todo método de registro y almacenamiento de información, vaya generando aprendizaje autónomo mediante relacionamiento causa-efecto de las variables, y luego genere automáticamente actividades en el predio para ser ejecutadas por equipos robotizados, acorde a los eventos, lo que entendemos por gestión agrícola será algo completamente distinto a lo que conocemos actualmente. El tema es cuándo llegaremos a ese futuro, si quienes gobiernan una sociedad agrícola tienen una opinión o visión sobre ello, y qué están haciendo para enfrentarlo.
Buen tema para el presente.
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