Por Sebastián Valdés Lutz
Revista El Campo, Diario El Mercurio
Lunes, 21 de Marzo de 2022
COLUMNA DE OPINIÓN
A menudo en agricultura nos toca proyectar lo que sucederá en el futuro para determinar las acciones que ejecutaremos, para elegir uno u otro camino, para escoger una especie para plantar o una para arrancar, para darle visto bueno a una inversión en infraestructura, para postergarla, o definitivamente para bajarle el dedo. Esa proyección del futuro es un reflejo de nuestro aprendizaje de los acontecimientos del pasado, expresada como una simple visión, o como un conjunto de datos que nos permiten modelar una realidad futura más amplia. Es así como, basados en su proyección del futuro, muchos invirtieron con éxito en nueces en la primera década del siglo, o en cerezas, paltos y cítricos en la segunda.
El problema de nuestra memoria, fuente recurrente de información para proyectar el futuro, es que tiende a ser selectiva en sus registros, ponderando con mayor peso los acontecimientos más cercanos en el tiempo, y aislando los hechos considerados fortuitos que afectaron el negocio. La mente nos suele llevar a un único escenario futuro “probable”, en base a la racionalización del presente, pero con toda clase de sesgos de apreciación.
La experiencia le otorga al agricultor mejor calidad y mayor cantidad de registros para proyectar el futuro, pero no suficientes para predecir con certeza los hechos que determinarán el desenlace de una nueva temporada, en la que intervienen millones de variables en la cadena que conecta al productor con el consumidor. Con seguridad es algo en que la inteligencia artificial jugará un papel crucial en pocos años más.
La simplificación de elegir el escenario de mayor probabilidad de ocurrencia, para estimar el futuro del negocio, o de un determinado proyecto, no sólo afecta la evaluación por el sesgo de quien intenta calcular esa probabilidad, sino también por el error de dejar fuera escenarios factibles que pueden alterar radicalmente las conclusiones. Política, economía, sanidad, clima, mercado, son fuentes habituales de esos escenarios extremos que se alejan de lo esperado, y que suman volatilidad e incertidumbre al retorno que el agricultor está esperando sobre su inversión.
Son cercanos los ejemplos de estimaciones optimistas sobre el desarrollo de una determinada especie, y que han terminado colisionando contra la ineludible verdad de que no hay “comida gratis” en los negocios. El retorno se paga con riesgo, y viceversa.
Una correcta proyección del futuro utiliza la esperanza de todos los escenarios posibles en base a su probabilidad de ocurrencia. En términos simples, se trata de ponderar adecuadamente lo predecible con lo impredecible, haciendo consciente todos los riesgos y oportunidades que subyacen en cada escenario, por improbable que algunos parezcan. Esto asegura una estimación ajustada de la rentabilidad esperada del negocio y, sobre todo, del verdadero riesgo que se está asumiendo. Lo más probable es que los que emprenden en base a sólidos fundamentos superen la prueba de resiliencia al riesgo. Lo más probable es que los que emprenden buscando la oportunidad vivan o mueran en base al azar. ¿A qué probabilidad apuesta Usted?
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