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RINDIENDO CUENTAS

Foto del escritor: Sebastián ValdésSebastián Valdés

Por Sebastián Valdés Lutz

Columna de opinión

Revista El Campo del diario El Mercurio

Publicado el lunes, 23 de diciembre de 2024



La mayor parte de la fruta chilena fresca y seca que se consume en el mundo es producida por agricultores que no participan en el resto de la cadena de abastecimiento, es decir, no son exportadores, ni participan en la cadena de distribución de su propio producto. Son los principales responsables de darle vida, color, sabor y crocancia, mientras que el resto de la cadena se enfoca en mantener con vida el producto y llegar rápido al consumidor final.


La demanda de fruta fresca y seca se expande con la creciente preferencia de los consumidores por alimentos saludables no procesados, lo que se acelera y desacelera con los distintos ciclos económicos. Sin embargo, lo que mayormente determina el precio en el corto plazo no es la demanda, sino los movimientos discretos de la oferta, afectada por los cada vez más pronunciados vaivenes del clima.  El precio que paga el consumidor final costea empaques, servicios logísticos, y las ganancias de los participantes de la cadena de abastecimiento, dejando para el final la retribución para el productor agrícola. Es así como este se transforma en quien pide cuentas por los descuentos y participaciones que cada eslabón reclama en el negocio, buscando vicios que puedan haber afectado su legítima ganancia.


El productor entiende que su ganancia es legítima si está asociada con lo que el consumidor finalmente pagó por su fruta, o con el precio ulterior en que exista trazabilidad con ella, asumiendo que en ese precio se refleja adecuadamente la calidad y oportunidad de entrega de su producto. Son muchas las exportadoras que, buscando cumplir con ese precepto, han puesto todos sus esfuerzos en informar temprana y acuciosamente el mercado y semana de venta de la fruta de sus productores, llegando incluso a ofrecer servicios de seguimiento prácticamente en línea.


La legitimidad de la ganancia del productor, basada en la rigurosa obtención de los beneficios generados únicamente por su fruta, puede no ser tal si se considera que para ello podría asumir los infortunios propios del negocio de la exportación, cuyos perjuicios las exportadoras no alocan en los embarques particulares que los sufrieron, sino diluyen en todo el volumen comercializado. Un paro portuario, un contenedor desconectado, el retraso en el arribo de un barco, o incluso la asignación de la carga a un destino menos atractivo buscando una sana diversificación de mercados. Pocos productores aceptarían hacerse cargo de lo que azarosamente perjudique la venta de su fruta, pero sí deberían estar dispuestos a asumir los perjuicios proporcionales correspondientes.


Parece más razonable que el precio obtenido por el productor esté determinado más por las particularidades del producto en la fecha que se despachó a la exportadora, que por las del embarque específico en que arribó a destino, asumiendo los resultados de la gestión global de la exportadora en términos de comercialización y manejo de contingencias. Como en todo mercado, si estos resultados no son atractivos, se puede escoger a un competidor alternativo, cuya propuesta de valor parezca más seductora que la que actualmente recibe. Esa misma competencia permite obtener compensaciones si el mismo producto entregado por el productor, en tiempo y forma, fuera mejor comercializado por un competidor similar, lo que reduce radicalmente el riesgo en la elección del canal de venta para su fruta.


La prolongada desconfianza del productor con las exportadoras ha puesto el foco en la transparencia para informar los beneficios obtenidos por cada caja específica arribada, y a pedir rendición de cuentas sobre ello. Sin embargo, ello no significa que el resultado informado sea el más justo para el productor, puesto que lo hace asumir azarosamente los infortunios que sólo algunos embarques sufren dentro de una temporada. Pareciera más justo para todos que el exportador rinda cuentas por su gestión global de comercialización, y que el productor obtenga los beneficios asociados únicamente con la calidad, tamaño, condición y fecha de despacho de su fruta, que es en donde realmente agrega valor para el consumidor que finalmente pagará por su fruta.

 
 
 

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